“La novela narra una secuencia histórica por todos conocida, que comienza con la mirada extraña de un grupo de nativos ante una barca de dimensiones nunca vistas y termina con la misma mirada, en verdad mucho más experimentada en la extrañeza, del indio que hace las veces de protagonista y narrador ausente de una historia a la que pertenece pero que no le pertenece. ¿Se trata de más de lo mismo? ¿Asistiremos a un relato de indios llorones y revolucionarios de mayo que intentan pero fracasan en sus aspiraciones revolucionarias?” “Se puede leer porque no es seria, porque es irónica y cruel, y porque es también inocente. Se puede leer, y gozar en su lectura, porque es una narración inconsciente que no trata de buscar en la Historia la explicación del ahora. Más bien, hace lo contrario: narrar la historia pasada como si se tratara del presente. Es el drama de la historia contado como farsa.” “El protagonista de la novela, indio que narra la historia, es una especie de “eternauta”, un nativo inmortal que ve el almuerzo del que Solís fue objeto hasta las intrigas pre-revolucionarias en la Plaza de Mayo, en la que los ranqueles (o grupo de resistencia.
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